General sin cabeza
(Cuento
corto)
El mundo era azotado por una pandemia sin precedentes,
la gente moría solo de pensar que si el virus los atrapaba no tendrían un
mañana, para otros no era más que un plan orquestado por una élite que operaba
desde los más oscuros y perversos planes para instaurar un nuevo orden mundial.
El planeta tierra se había convertido en un caos.
Yo me encontraba en el grupo de los que pensaba que el
ser humano promedio solo vive hasta los ochenta años, con o sin riqueza, solo había
que trabajar e ir disfrutando sobre la marcha porque nuestra especie no traía
una etiqueta que indicaba la fecha de caducidad de cada uno. El temor a la
muerte se había convertido en algo insólito y cada día era más y más infundado
por las grandes potencias, siendo esta una realidad tangible de la que nadie
podría salvarse y la gente no entendía que de este mundo nadie saldría vivo.
Meses antes de la eclosión del virus las amenazas eran las discrepancias entre
Rusia, Estados Unidos y Corea del norte, sobre quien apretaría el botón de una
bomba nuclear primero; en fin, debe haber un miedo en el aire sin importar de
donde venga.
En medio de esta guerra miedoviruleana sin fundamentos
científicos había un general. Dos bandos se encontraban en plena guerra que
parecía no tener un fin muy cercano, cada pueblo era escenario de una batalla
cada día. Las guerras son una escuela que va dejando notoria victoria para unos
y derrota para otros, siempre habrá un perdedor y ganador cuando de enfrentamientos
de trata.
El transfuguismo estaba tan de moda como la pandemia.
Un complejo frente de batalla le fue asignado a un general, este poseía las
cualidades para comandar las tropas que le fueron entregadas.
Después de la 2da guerra mundial, todos los
comandantes desarrollaron la estrategia de intimidación y desmoralización del
bando enemigo con propagandas negativas y agresivas. Y este caso no era la excepción.
El general tenía una edad avanzada, pero nunca había combatido en un terreno
similar al que le fue asignado, dada esta situación, tiempos después comienza a
errar como un topo a plena luz del día; no entendía que sus órdenes
totalitarias sin palabras de aliento llevarían las tropas a ponerlo a fracasar;
su frente de batalla estaba alejado de la comandancia principal donde se hacían
y emitían las ordenes, esto lo llevaba a recibir las noticias emitidas veinte
días después. Exasperado decide abandonar su tropa y pasar al bando enemigo. La
llegada del general fue aplaudida por sus nuevos compañeros, quienes días
anteriores andaban por cortarle la cabeza.
Su rostro emanaba felicidad, aunque no seguridad. De
inmediato optó por que se le reconociera el rango que ostentaba en el bando
anterior. Los nuevos jefes pensando en
exprimir las informaciones y estrategias del otro bando acceden a recibirlo con
el rango de general.
Después de lograr sacarle toda información posible,
bajo la estrategia de que “eres uno más de la familia” le fue asignada la peor
batalla que este podría librar. Nunca imaginó que debió suicidarse antes de
traicionar a sus jefes y soldados que lo acompañaron a defender sus ideales.
Este hombre tenía la etiqueta del general sin cabeza,
no era confiable para sus nuevos jefes, porque quien aprende a traicionar convierte
la tracción en parte de su genética.
Llega el día de la gran batalla y le fue asignada una
misión, debía comandar un pelotón para enfrentar el avance del enemigo, para él,
esto no era nuevo, ya que conocía bien el terreno. Al llegar sufrió varias
bajas ya que fue recibido a fuego por quienes una vez eran soldados bajo su
mando. De inmediato se atrincheró y desde allí escuchaba las ráfagas cuando
impactaban la trinchera.
Cazar la cabeza de este general se había convertido en
el objetivo de su antiguo bando. Apostado en la trinchera escuchaba el avance
de las tropas enemigas, las voces de esos soldados gritando que debían ir por
la cabeza del general traicionero, lo hacían vacilar en algunos momentos, sabía
que era cuestión de tiempo su captura.
“Un general que carece de lealtad, honor y disciplina
es un cadáver en descomposición capaz de envenenar a los carroñeros que coman
de su cuerpo”.
Ese día transcurrió normal en el campo de batalla,
unas cuantas bajas para el bando del general, y la pérdida de mucho terreno
para el otro bando, quienes habían perdido casi la mitad del campo, logrado el
avance de las tropas, hacia unos nuevos sangrientos pastizales.
El general notaba que no era convocado para las
reuniones de discusión de las nuevas estrategias, esto lo molestaba mucho, a
tal punto que un día acusó a una general de no permitirle la entrada al bunker
de estrategias.
Este hombre no entendía que el crimen que había
cometido de alta traición lo habían convertido en un conspirador que no sería
confiable para ninguno de los bandos. Era
de esperarse, fue tratado de esa forma, pero este no aguantó y cometió el 2do
error que lo sepultaría para siempre.
Una noche lluviosa y tomando como excusa las
discusiones con la general, decide
volver a su antiguo bando. Nunca imaginó que podía pasarle lo mismo que a Judas
Iscariote después de traicionar al hijo del padre.
La noticia corre como pólvora en hilo, todos los diarios
decían “el general vuelve a su antiguo bando”, pero con una nueva etiqueta, “el general sin cabeza”.
Ya había perdido la moral y credibilidad ante sus
jefes y tropas, no era confiable para ninguno de los bandos, se había
convertido en un cadáver sin vida, ya desconocía la lealtad y había perdido el
respeto de todos, nunca entendió que en el andar de la vida la importancia de
cada pisada la define la firmeza del pie y cuanto más grande se es más firmes
son las huella.
Tus acciones en la sociedad son las que definen si
mereces el rango que ostentas porque hay sargentos con actitudes de generales y
generales con actitudes de sargentos. Cuando se pierde la disciplina, la moral
y lealtad, se debe preferir perder la cabeza literalmente y no socialmente. Esto
te convierte en un muerto viviente.
(Cualquier parecido
con la realidad es pura coincidencia…)
Por: Edward Pérez
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